martes, 14 de diciembre de 2010
la mujer que esperaba
«Una mujer tan intensamente destinada a la felicidad y que elige,con aparente despreocupación,la soledad,la fidelidad para con un ausente,el rechazo a amar»
La mujer que esperaba,es un nuevo ejemplo de la extrema belleza que alcanza Makine al abordar su evocado mundo ruso con la triple distancia de las palabras, el tiempo y los kilómetros. Durante los inicios del otoño de 1975, un joven universitario de veintiséis años es enviado al norte de Rusia para escribir sobre las tradiciones folklóricas de los pueblos rurales; perteneciente a un grupo de artistas "disidentes", su propósito inicial es aprovechar el viaje para escribir una sátira antisoviética. Sin embargo, en la entrada de Mirnoie, uno de los tantos pueblos del norte de Rusia al que apenas unos bosques separan del mar Blanco, el joven se topa con una imagen que lo sustraerá, casi sin mediación perceptible, de su temporalidad habitual, para trasladarlo a un tiempo fuera de la Historia pero densamente calado en la vida, que suspende a esa Rusia rural profunda. La imagen es la de una mujer veinte años mayor que él que recoge una red de pesca cerca de un lago. Su expresión inefable invita al protagonista a una incesante búsqueda para definir quién es esa mujer y cuál es, en realidad, su verdadero destino.
Joven aún, Vera, la mujer del lago, posee una particularidad: espera, desde hace treinta años, al hombre que ama, llevado al frente de batalla cerca del fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. El misterio que sostiene semejante espera y la atracción que Vera ejerce sobre el narrador son el acicate para que la novela avance sobre las diferentes tentativas de desciframiento, contemplación y fascinación que el joven va trazando en su libreta sobre ella, al tiempo que, casi en simultáneo, el amor por esa mujer le devuelve una insospechada imagen de sí mismo, lejos ya de su ideario de disidencia y muy cerca, en cambio, de la materialidad y la fatalidad de la vida a secas. Varias son las acciones que pueblan la historia, pero los momentos más intensos, los verdaderos arribos estéticos de cada capítulo son aquellos instantes en los que la profunda vida de Vera parece dejarse aprehender por las palabras.
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